martes, 13 de enero de 2015

Ensayo 1

Quiero un mundo libre pero sin domingos en casa,
Casarme con el vino y sentirte en tu llegada.

Quiero un mundo libre en el que solo faltes tú
y contagiarme del mundo que viertes en las sábanas.

Las cosas del querer. 


Haciendo el trayecto algo menos agradable, por primera y última vez me voy a dirigir a vosotros en este contexto, ya que no puedo presumir de tener don de gentes pero sí gentes que me critiquen con esmero.
¿Y qué contar si no es con los dedos? La lista de la compra, el tiempo, las pestañas de mi ojo, ni siquiera sé un cuento entero...
Pues de hecho vengo a debatir sobre algo que realmente me confunde, me enerva y a veces atormenta; un discurso recurrente en los versos de mis sonetos, ya que como dijo Platón 'El poeta no lo es por técnica sino por endiosamiento'.

Me refiero indudablemente al amor, no al de madre de manera única, sino más bien al de un compañero. Al terrenal deseo de sentirnos útiles y de jugar con fuego -un niño inocente arderá, mas el adulto corpulento insistirá en jugar con él de nuevo.-
La predilección que sentimos por otro ser es algo innato que nos desboca, nos aturulla y hasta todavía infunde miedo.
O eso se lee en su definición más clara, algo que mis contemporáneos no consideran de mutuo acuerdo.

Hoy en día, más que un sentimiento puro, el amor es algo pasajero, que no va en tren ni comparte equipaje ni pluma ni tintero.
Las bajezas del ser humano son inescrutables, no debemos idealizar al descendiente del mono de tal modo que no nos suene tan salvaje.
Por lo pronto es algo temprano para amar sin ser amado y mucho menos dejar sin ser dejado; el sentido de lo que escribo es algo figurado pero nada imperceptible para el ojo mundano.

A lo que quiero llegar con este hacinamiento de palabras, es al poco respeto que nos ha despertado siempre un cuerpo: nuestro, vuestro, mío o tuyo, en definitiva el esqueleto. Confundimos nombre con verbo y el verbo se hace carne, consumida por la urbe ya que los vegetales se extinguieron.

Mas ¿qué hay del amor hacia las cosas? ¿Es acaso un libro poco menos? ¿Y si no quiero las rosas que regalan con el suplemento?
En mi opinión, tan cierto y honesto es el amor por lo humano como lo es por lo etéreo; tu alma se hace más impura ante mis ojos cuantos más desengaños poseo, y si se trata de apreciar la guapura, los ideales de belleza en mano te confiero. En cuanto aprendamos a querer las melodías, las letras, los lienzos... Más alto se abrirán las puertas del cielo.

Aún así, considero mi texto inacabado, ambiguo, anodino y zalamero.
Y porque sé de las sutilezas que utilizan los caballeros, me niego a pensar que alguna vez servidora se plante por sesera un velo.



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